miércoles, 18 de mayo de 2011

Bengalas, la sensibilidad mutilada

Hay una famosa lectura que hace Nietzsche de la Grecia arcaica a partir de la contraposición de dos divinidades: Apolo y Dionisio. Ambos dioses pueden ser útiles para comprender nuestra cultura. Apolo representa el orden, la armonía, pero sobre todo la individuación, la capacidad del ser humano de comprender el sentido de las cosas a partir de su diferenciación. El hombre puede a través de la palabra ordenar el mundo y por ello comprenderlo. Pero el precio que se paga es alto: la palabra explica, pero aleja, enfría, pone distancia. Dionisio, por su lado, representa la desmesura, el éxtasis, la pasión, y sobre todo la embriaguez y las orgías. Dionisio era el acceso directo a una existencia plena donde todo se mezclaba y se percibía una sensación de totalidad que al hombre le resultaba insoportable.
Sostiene Nietzsche que ambos rasgos en conflicto combaten entre sí: si Dionisio es grito, Apolo es represión; si Apolo es ley, Dionisio es transgresión; si Apolo es la razón, Dionisio es el arte. Pero Apolo triunfó. El triunfo de Apolo son nuestras instituciones.
Uno de los emblemas que va a estar presente en el origen del rock n´roll es la recuperación de lo dionisíaco. En un mundo cada vez más apolíneo expresado en la sociedad de consumo de masas, la cultura va a ir generando formas estéticas de ruptura. La juventud va encontrando en los años 60´ formas de desligarse del peso de lo institucional por medio de una liberación de la sensibilidad. El grito del rock n´roll perforaba los oídos taponados de la industria del fordismo: Dionisio está vivo y da batalla en cada acto de rebelión.
¿Podemos seguir pensando de este modo la cultura del rock n´roll? ¿Podemos pensar que en los recitales emerge el espíritu dionisíaco? ¿Podemos concebir el acto de arrojar la bengala como una forma de transgredir el orden?
Creo que este es el modo obvio en que se nos presentan los acontecimientos, pero podríamos pensarlo desde otra perspectiva: ¿dónde habita Dionisio hoy?
Aquello que se vislumbra como irracional, barbárico y desinteresado, puede esconder sin embargo demasiada racionalidad, civilización e interés: la bengala es un producto de la industria pirotécnica, gran parte del rock n´roll se ha vuelto una industria cultural, y el individualismo más que un desinterés, expresa la ideología del interés privado.
Vivimos tiempos donde lo otro del sistema es también parte del sistema, y por ello un espectáculo de rock o de fútbol son el drenaje necesario para aliviar el malestar cotidiano. Alguien que insulta en una cancha de fútbol o que arroja una bengala, no está transgrediendo el sistema ni es el efecto de la falta de orden. ¿No será al revés? Es el mismo discurso del orden para pocos y las mismas necesidades de nuestro mundo mercantilizado lo que provoca una profunda falta de registro con lo que nos rodea. Apolo genera individuos encerrados en si mismos, omnipotentes y reproductores de los valores dominantes.
El arte puede seguir recuperando lo humano, por ello siempre ha sabido desbordar lo establecido. Lo que no podemos confundir es el desborde que es funcional a lo instituido con el desborde que rompe con la lógica de fondo. No es Dionisio sino Apolo quien está en las bengalas, en la indiferencia y en la mercantilización de la sensibilidad, aunque se nos presente de modo inverso. Dionisio está en los jóvenes emergiendo como siempre en los lugares insospechados: el dolor por una muerte, la mancomunión en el duelo, el tarareo de una melodía que nos acerca a la naturaleza, la música como expresión de lo incompresible y esos besos de todos nosotros a la familia de Miguel Ramírez…

publicada en Diario Clarin, el 13 de mayo del 2011

1 comentario:

  1. coincido contigo, y agrego: más "yo-tu" y menos "yo-ello", según martin buber (en la interpretación de jaime barylko).

    creo que esto está en sintonía con lo comentado por carlos polimeni en 678. el público como protagonista. cada uno en una búsqueda desesperada por ser parte, un actor más. esa "necesidad" la impone el mercado (institución apolínea), cubierta por una interacción de tipo "yo-ello".

    voy al recital, o a la cancha, a "armar el show", el "estuve ahí", comprar luego el "cd en vivo", "hacer el aguante". "yo-ello".

    en lugar de ir a conectarme con el artista a través la melodía y la letra. embriagarme. "yo-tu".

    abrazo buberiano,
    walter.

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